Los pensamientos son provocados por los recuerdos, las impresiones sensoriales y las inquietudes y por ello determinan nuestro estado de ánimo. Lo que pensamos, la manera en que lo pensamos y el nivel de nuestra habilidad para mantener concentración en el tema de pensamiento que hemos seleccionado determinan nuestras experiencias internas.
Nuestros sentidos perciben y registran los fenómenos y eventos externos. Las impresiones son inmediatamente transferidas a la mente. Cómo nos sentimos acerca de ello y cómo interpretamos los eventos determina si los vemos como positivos o negativos. Por sí mismos, los acontecimientos y eventos son neutrales. Les asignamos una connotación positiva o negativa dependiendo de cómo los juzgamos. Si creemos que son positivos, entonces los experimentamos de forma positiva y generaremos sentimientos positivos acerca de ellos. Si pensamos que las situaciones o eventos percibidos son negativos, generaremos pensamientos y sentimientos negativos en respuesta.
Desde una perspectiva de desarrollo personal y espiritual, un enfoque válido de las situaciones, acontecimientos y eventos externos es el de percibirlos como factores integrados en nuestro proceso de aprendizaje. Podemos formularnos la cuestión: ¿Qué beneficio o aprendizaje puedo extraer de esta situación? Y podremos verificar que en cada momento la vida nos ofrece el escenario preciso para nuestro crecimiento y desarrollo. Éste es uno de los beneficios fundamentales de la práctica del pensamiento positivo: aprender a discernir y comprender el beneficio y el aprendizaje, a veces oculto a simple vista, en cada situación de la vida.
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